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La santidad de vida para uno que es sacerdote y estudiante

La santidad es el reconocimiento de la Iglesia a hombres y mujeres que se distinguen por su vida ejemplar debido a una virtud divina desarrollada que constituye un modelo a seguir por los fieles, cuya Iglesia presenta a la fe de sus súbditos y del mundo entero.

¿Es posible hoy ser santo? Respondemos positivamente sin negar algunos obstáculos que están en el camino de la santidad. Los santos admitidos al banquete celestial no eran “superhombres”, sino hombres que demostraban su devoción a DIOS y que estaban animados por las bienaventuranzas (Mt 25, 31-46). También es posible ser santo si nos esforzamos por superar nuestros rencores y odios, si nos esforzamos por desterrar nuestras animosidades de la guerra; si aprendemos a valorar a los seres humanos dándoles un poco de respeto, un poco de dignidad y si solo ofrecemos un tercio de segundo de simpatía al prójimo.

Hoy hay que reconocer que es realmente difícil vivir y practicar el estado de santidad porque nuestro mundo actual y la vida de la Iglesia nuestra madre, no ofrecen posibilidades reales. Los escándalos económicos que sacuden a la Iglesia, la crisis de las vocaciones, la pedofilia y la homosexualidad en la vida de la Iglesia perturban la fe de los fieles e incluso de los aspirantes a la orden religiosa. Estos males no existen solo en la vida de la Iglesia, sino también en el mundo temporal. El hecho también de que los laicos se sientan abrumados por los deberes de la sociedad y por asegurar su vida diaria constituye una preocupación real para su supervivencia. El mundo en crisis de fe estigmatiza a las personas que se dedican a la vida de DIOS y a sus buenas costumbres. Son rechazados por su honestidad y su buena implicación moral en la vida diaria o de su vida anclados en DIOS por lo que sufren la burla y el rechazo de su persona. Estas condiciones constituyen un verdadero obstáculo para la práctica de una verdadera vida de santidad. Nuevamente, la crisis de salud del covid 19 provocó un colapso de la fe de algunos fieles. Hay que decir que es precisamente en este contexto actual donde debemos valorar nuestra fe porque la fe también se verifica en tiempos de turbulencia como fue el caso de Job en la tradición bíblica (Jb 1-7). De todo esto se desprende que vivir el estado de santidad constituye un gran desafío para la Iglesia, los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los seminaristas y nuestros valientes fieles laicos que están sometidos a dura prueba en este mundo.

Para nosotros los sacerdotes es muy importante revitalizar nuestro impulso sacerdotal. Nos conviene redescubrir la belleza de la celebración eucarística dándole el respeto y la devoción divina. Es importante que nuestras celebraciones litúrgicas respeten los gestos litúrgicos recomendados según lo prescrito por la Iglesia y expresados ​​en el misal romano antes de cada acción litúrgica en detrimento de nuestros sentimientos y gestos personales ocasionados por nuestras devociones personales. Nos corresponde acercarnos a DIOS a través del respeto a la Liturgia de las Horas. Nuestro comportamiento también debe ser modelo de testimonio para la vida de la sociedad. CRISTO dice que estamos en el mundo sin ser del mundo (Jn 14, 1-19). Pero cuando los sacerdotes o consagrados en la vida religiosa se comportan como incrédulos y como personas sin escrúpulos, hay una alerta que se activa en la Iglesia. Conviene redescubrir las imágenes de nuestra llamada a la vida religiosa.

Para nosotros, los estudiantes, la conciencia de los estudios debe despertar nuestra mente. La ciencia como difusión del conocimiento es también uno de los medios para alcanzar la santidad. El que no estudia no honra a su Creador. Nuestros estudios deben permitirnos santificar el mundo y no construir una carrera personal. La ciencia debe permitirnos continuar el trabajo de creación sin cometer un pecado ecológico destinado a destruir el hábitat humano. Depende de nosotros ser diligentes en nuestras clases y los horarios de nuestros estudiantes y luchar contra la pereza. El santo no es vago. Todo alumno debe poder y saber invocar a DIOS, maestro del conocimiento y la inteligencia en sus estudios.

Los laicos tienen un papel importante en la santidad del mundo. La mayoría de los grandes desafíos como la corrupción, el ciberdelito… son batallas reales que tienen que afrontar. Son los líderes de la sociedad que poseen el poder del orden público, son los empresarios, las fuerzas armadas, los banqueros, los empresarios … deben limpiar estos ambientes a través de su conciencia profesional, su deber de Estado y sobre todo a través de su fe religiosa.

También deben tener en cuenta que no deben ser activistas de profesión en detrimento de su fe religiosa, es decir, han de dar a DIOS lo que es de DIOS y al César lo que es del César ( Mt 22, 15-21). Todos nuestros esfuerzos por la santidad deben realizarse mediante actos sencillos. Empecemos acercándonos a DIOS a través de nuestros momentos de oración comunitaria y especialmente la oración personal con DIOS. No esperemos a la Cuaresma para demostrar nuestra caridad a los mendigos y personas necesitadas, nuestra caridad debe ser diaria. Nuestra santidad pueden ser simples gestos de cordialidad hacia un amigo que solo necesita una simple visita porque como dice la Madre Teresa “lo que cuenta no es lo que damos sino el amor con el que lo damos “.

Don Ruffin

 

Don Ruffin es sacerdote de Costa de Marfil. Está en su 2º año de ciencias de la comunicación en la Pontificia Universidad Gregoriana a Roma.